EL CANIBALISMO

"Preveo la desaparición del canibalismo. El hombre está asqueado del hombre". (Stanislaw Jerzy Lec).

El canibalismo es la práctica de alimentarse de miembros de su propia especie y, normalmente, se refiere a humanos por parte de otros humanos. El canibalismo se diferencia de la antropofagia en el hecho en que caníbal es aquel que come a un ser vivo de su propia especie, y antropófago es aquel que devora humanos. De ese modo el ser humano que devora a otro ser humano, sería considerado canibal por comer a alguien de su propia especie, y antropófago por devorar a un ser humano. El término proviene de su práctica por parte de la tribu Caniba o Caribe, proveniente de la palabra caniba o cariba utilizada por los Tainos que Cristóbal Colón encontró en la isla de La Española en su primer viaje a América. Entre los seres humanos, el canibalismo es conocido, como práctica común en sociedades prehistóricas y primitivas en todos los continentes. Los motivos ofrecidos para explicar el canibalismo son numerosos y variados. Muchas veces, simplemente, no había comida que comer en otros casos algunos grupos humanos, sencillamente, tenían predilección por el consumo de otros seres humanos, pero sorprendentemente el motivo principal para comer carne humana era para castigar al enemigo, extraer venganza, por motivos religiosos ceremoniales, o por motivos mágicos. Gente civilizada ha tenido que recurrir al canibalismo como método de supervivencia, en situaciónes y circunstancias desesperadas.

Canibales en epoca neolitica

El acto del canibalismo ha sido detectado en muchas zonas del mundo. Algunos indicios señalan su existencia ya en la época neolitico. El historiador griego Herodoto y otros escritores de la antigüedad describieron algunos pueblos caníbales. En la época medieval, el viajero italiano Marco Polo habló de la existencia de tribus, desde el Tíbet hasta Sumatra, que practicaban el canibalismo. También era habitual entre algunos pueblos indígenas americanos, como los iroqueses de América del Norte, los tupinambas de Brasil o los pueblos de la costa occidental del golfo de México. Se cree que hasta hace poco tiempo existía el canibalismo en África central y occidental, Australia, Nueva Zelanda, Melanesia, Sumatra, Nueva Guinea, Polinesia y algunas partes remotas de Sudamérica.

En la Europa postromana el canibalismo era tenido por un delito tan grande que sólo las brujas, los hombres-lobo, los vampiros y los judíos eran considerados capaces de practicarlo. Fuentes romanas autorizadas - César, Tácito y Plutarco - afirman que el sacrificio de cautivos de guerra era algo común ente las llamadas naciones bárbaras de los límites del mundo grecorromano. Los griegos y los romanos de la antigüedad clásica tardía consideraban inmoral todo tipo de sacrificio humano y les trastornaba que los soldados honestos fueran privados de sus vidas en beneficio de los cultos de pueblos tan “incivilizados” como los bretones, los galos, los celtas, y los teutones.


Mujer canibal escultura en marfil de (Leonhard Kern)

Cuando los españoles arribaron a México ya estaban acostumbrados a las muestras de salvajismo y a los derramamientos de sangre, pero no estaban totalmente capacitados para lo que encontraron en México. Era una civilización cuyo arte, arquitectura y rituales estaban intensamente dominados por la violencia, la corrupción, la muerte y la enfermedad. En ningún otro sitio las murallas y las plazas de los grandes templos y los palacios estaban reservados para una manifestación tan concentrada de mandíbulas, colmillos, manos, garras, huesos y cráneos boquiabiertos.

En el continente americano hay manifestaciones de un canibalismo tanto gastronómico como ritual, incluso muchas veces se utilizaba para estrechar lazos de unión entre los comensales. Los dioses aztecas devoraban seres humanos. Comían corazones humanos y bebían sangre humana. Y la función explícita del clero azteca consistía en suministrar corazones y sangre humana fresca a fin de evitar que las implacables deidades se enfurecieran y mutilaran, enfermaran, aplastaran y quemaran a todo el mundo. La principal fuente de alimento de los dioses aztecas estaba constituida por los prisioneros de guerra, que ascendían por los escalones de las pirámides hasta los templos, eran cogidos por cuatro sacerdotes, extendidos boca arriba sobre el altar de piedra y abiertos de un lado a otro del pecho por un quinto sacerdote. El corazón de la víctima era arrancado y quemado como ofrenda. En Centroamérica, el canibalismo ritual era un privilegio reservado a unos pocos, entre ellos los guerreros tequihua que ostentaban este dudoso “honor”. Los niños y cautivos eran desplazados y se repartían su captura entre los nobles y los dirigentes de la guerra. Entre los aztecas la distribución del cuerpo se realizaba más o menos como sigue: El cadáver de la víctima se repartía en tantas partes como guerreros habían participado en su captura (un máximo de seis). Los muslos y brazos eran muy apreciados. También las manos y pies eran -según parece- muy sabrosos. Las cabezas y corazones sólo podían ser ingeridos por los sacerdotes. Aunque la víctima fuera por medio de un ritual religioso, lo corriente es que se procediera a su preparación gastronómica. Así se les hacia engordar en la mayoría de los casos para que el festín fuese aún más satisfactorio al paladar. Afirman que el sabor de la carne humana recordaba a la carne de puerco.

Entre las sociedades del nivel de las bandas y aldeas, el sacrificio ritual de prisioneros de guerra solía ir acompañado de la ingestión de la totalidad o de una parte del cuerpo de la víctima. El día del sacrificio, el prisionero de guerra, atado por la cintura, era arrastrado hasta la plaza, donde era golpeado con una maza ceremonial hasta matarlo. El cadáver era cuarteado y cocinado a la parrilla. Dos siglos después los misioneros jesuitas presenciaron un ritual semejante entre los hurones de Canadá. El jefe hurón a cargo del ritual explicó que el Sol y el dios de la Guerra estarían satisfechos de lo que se disponían a hacer.



Canibalismo de otoño. (Salvador Dali).

Las teorías de Freud que analizan la interpretación de estos rituales sostienen que la tortura, el sacrificio y el canibalismo se tornan inteligibles como expresiones de instintos de amor y agresividad. El canibalismo es la forma fundamental de la agresividad humana porque supone un compromiso entre amar a la víctima en forma de comerla y matarla porque nos frustra. Tal proceder explicaría por qué las víctimas son tratadas con gran amabilidad antes de iniciar su tortura.

En ocasiones, ya no solo sacrificaban por venerar a los dioses si no que también lo hacían por conseguir un status y una recompensa final. Para esto llevaban piezas del enemigo para probar el cómputo de cuerpos que les permitía reivindicar tales recompensas sociales y materiales y la valentía demostrada durante el combate. De aquí surge la extendida costumbre de llevar cabezas y cueros cabelludos en lugar del cautivo entero y vivo.

Torturar a un pobre cautivo significa matar a mil enemigos, la tortura es un espectáculo, forma parte de la naturaleza humana prestar una atención fija a visiones y sonidos excepcionales como la sangre que mana de las heridas, los gritos agudos y los aullidos. Los antepasados o los dioses bélicos se sienten satisfechos por la tortura y muerte de un prisionero.

También cabe la posibilidad de la existencia de motivaciones psicológicas ambivalentes como las engendradas por el complejo de Edipo en las sociedades militaristas basadas en el complejo de supremacía masculina.

Los aztecas transformaron el sacrificio humano de resultado ocasional de la suerte en el campo de batalla en rutina en la cual no pasaba un día sin que alguien no fuera tendido en los altares de los grandes templos.

Las explicaciones tradicionales de la gran escala de esta matanza describen a los aztecas como un pueblo obsesionado por la idea de que sus dioses necesitaban beber sangre humana y, en consecuencia, procedían piadosamente a practicar la guerra con el propósito de cumplir con su sagrado deber. La guerra no era, sencillamente, un instrumento político: se trataba, sobre todo, de un rito religioso, de una guerra santa. Sólo los aztecas consideraron que era santo ir a la guerra con el fin de practicar enormes cantidades de sacrificios humanos.

Otra de las motivaciones que se le atribuye a dichos sacrificios humanos se trata de un sistema para regular el crecimiento demográfico. Pero esta teoría también tiene sus defectos puesto que casi todos los muertos por combate y las víctimas sacrificadas eran hombres. Si los aztecas hubiesen estado sistemáticamente decididos a reducir la tasa de crecimiento demográfico, se habrían dedicado a sacrificar doncellas y a sus enemigos en lugar de hombres adultos.

También se sostiene la teoría de los agotamientos específicos del ecosistema mesoamericano bajo el impacto de siglos de intensificación y de crecimiento demográfico, como en los costos y beneficios de utilizar la carne humana como fuente de proteínas animales a falta de opciones más baratas. Al final del período glacial Mesoamérica quedó en un estado de agotamiento más grave que cualquier otra región en lo que se refiere a recursos animales. El crecimiento constante de la población y la intensificación de la producción, bajo la influencia coactiva de la administración de los imperios clásicos de las tierras altas, eliminaron virtualmente la carne animal de la dieta de las personas comunes. Aunque el maíz y las judías podían suministrar, consumidas en cantidades suficientes, todos los aminoácidos esenciales, las reiteradas crisis de producción a lo largo del siglo xv determinaron que las raciones proteínicas quedaran reducidas con frecuencia a niveles que habrían justificado biológicamente un poderoso anhelo de carne. Siempre había escasez de todo tipo de grasas.

Mas tarde, la disponibilidad de especies animales domesticadas desempeñó un papel importante en la prohibición del canibalismo y en el desarrollo de religiones de amor y misericordia en los estados e imperios del Viejo Mundo.

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