"Usted tampoco podría
ser una alcachofa, por que incluso las alcachofas tienen corazón". Audrey
Tautou (Amelie)
Su lugar de origen se sitúa
en una amplia zona que cubre Asia Menor y el norte de África, formando parte de
la cuenca del Mediterráneo e incluye a las islas Canarias, las Egeas y el Sur
de Turquía y Siria, donde aún crecen en estado silvestre tres subespecies
primitivas, que se consumían dos mil años antes de Cristo aunque las variedades
que hoy conocemos parecen derivarse de una desarrollada en Italia. Es posible
que al principio se comieran solo los tallos florales y las nervaduras carnosas
de las hojas, como ocurre con el cardo, porque las inflorescencias eran muy
pequeñas, espinosas y de sabor desagradable; pero que con el tiempo y cierta
selección experimental fueron evolucionando a lo que son las alcachofas
actuales.
Alcachofas y pan. (Claudio Bravo).
Al igual que otras muchas
palabras que en castellano comienzan por “al” la palabra alcachofa es de origen
árabe y significaría “el palo de espinas”. La planta denominada “Cynara” ya era
conocida por griegos y romanos. Relata el poeta latino Horacio que emergía Zeus
del Egeo cuando observó, tendida en la playa de la isla de Kynaros, a una
bellísima joven, Cynara. Seducida por este, la muchacha le complació, Zeus en
agradecimiento elevó a Cynara a la categoría de diosa. Pronto Cynara comenzó a
recordar su isla, envolviéndola un profundo sentimiento de añoranza. Pero la
condición de divinidad estipulaba que una diosa no debía quedar al alcance de
los mortales, por lo que cuando Cynara volvió a las arenas mediterráneas, su
enojado amante hizo que comenzaran a salirle unas coriáceas escamas que la
envolvieron, quedando únicamente su sensual corazón confinado en el interior de
una vulgar alcachofa.
La leyenda nos descubre que
ya los antiguos conocían de sobra las bondades gastronómicas de esta
sorprendente verdura, y lo que es más, el presunto carácter afrodisíaco que ha
mantenido a través de los siglos. Fue el médico griego Dioscórides el primero
en escribir sobre la alcachofa y se sabe por el naturalista latino Plinio el
Viejo que griegos, romanos y cartagineses la conocieron y apreciaron;
sabiéndose también que la conservaban en miel o vinagre, sazonada con comino y
otras especies aromáticas para consumirlas durante todo el año. El escritor
romano Paladio, autor del libro "Tratado de Agricultura", nos
describe su cultivo y el uso que se hace de la alcachofa. Para los romanos era
manjar de los Dioses y por la fama de ser afrodisíaca, se convirtió en algo tan
escandaloso que no era posible ver a una mujer decente comiéndose una. Con el
declive del Imperio Romano hubo una época de oscuridad hasta el siglo XV,
durante la cual fue cultivada y mejorada por monjes en monasterios cristianos,
evolucionando hacia la alcachofa actual.
Su gran debut fue en 1466,
cuando la familia Strozzi la llevó de Florencia a Nápoles, donde recibió el
nombre de “carciofi” y comenzó a cultivarse en mayor escala, expandiéndose
luego a Sicilia, Cerdeña y otras regiones de Italia. En la época del rey
francés Enrique IV y de su esposa Catalina de Médicis, se creía que la
alcachofa era afrodisíaca, además de diurética y que servía para combatir la
ictericia. Es por todo ello que nunca faltaba, según se dice, en las casas de
gente noble. Entonces, sólo se utilizaban los fondos de la alcachofa. Se cuenta
que la reina llegó a enfermar por comer fondos de alcachofa, pero creemos que
se debía a las carnes, que se ponían encima de dichos fondos, fundamentalmente
a base de crestas de gallo. El botánico italiano Castore Durante, nos dice que
para saber si una mujer está embarazada basta hacerle beber un vaso de jugo de
hojas de alcachofa; y si su estómago rechaza la bebida querrá decir que
seguramente está embarazada.
El médico personal del rey
francés Luis XIII decía que no era posible pensar en una verdadera comida, si
en el menú no incluía, al menos, un toque a base de alcachofa. No nos olvidemos
que en esa época, el comer esta hortaliza, era privilegio de la aristocracia.
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Alcachofas
(Gimeno).
El alto contenido en hierro
de la alcachofa la hace especialmente indicada en pacientes asténicos y
anémicos. Por su parte la enzima cinarina, ubicada preferentemente en los
pétalos, tiene la virtud de cuajar la leche, por lo cual se utilizaba
antiguamente para fabricar quesos. Debido a que los principios amargos pueden
pasar a la leche materna, se desaconseja su empleo durante la lactancia, ya que
los mismos pueden no solo dar mal sabor a la leche, sino también cuajarla. Los
jugos de los tejidos finos de la alcachofa se utilizan en cosmética como base
de los tónicos o lociones ligeramente astringentes útiles para limpiar y
refrescar el cutis o para vigorizar el cabello, así como para otras aplicaciones
medicinales y no alimentarias. Las hojas de la alcachofa se emplean para
elaborar un licor llamado Cynar, que se usa como aperitivo amargo o bíter.
Finalizo recordando la
estrofa que cierra la bella “oda a la alcachofa” de Pablo Neruda.
Así
termina
en paz
esta
carrera
del
vegetal armado
que
se llama alcachofa,
luego
escama por escama desvestimos
la
delicia
y
comemos
la
pacífica pasta
de
su corazón verde.
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