"La música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu". (Miguel de Cervantes).
En el año 1982 Caco Senante se disponía a grabar un disco que iba a titularse "Mojo picón", con el subtítulo "Salsa Canaria". La elección resultaba plenamente coherente: era canario, cantaba salsa y la salsa canaria más representativa de la gastronomía del archipiélago es, precisamente, el mojo picón. En ese contexto, recibió una llamada del director de la casa discográfica y, durante el encuentro, este le sugirió que compusiera una canción con ese mismo título, ya que consideraba que encajaría muy bien en el concepto del álbum.
La compuso con la intención de que no gustara, utilizando una rima en "ón" que fonéticamente podía resultar incluso vulgar y una letra muy alejada del nivel de otras canciones que había escrito. Sin embargo, cuando salió de la habitación y se la interpretó al director, este reaccionó con entusiasmo y exclamó: "Maravilloso… ¡es justo lo que buscábamos!". Ante esa respuesta, pensó de inmediato que el director no tenía criterio alguno.
Con el tiempo, la historia demostró que el equivocado era él. Sin proponérselo, había creado una buena canción, muy pegadiza, de esas que, tras una sola escucha, se quedan grabadas en el subconsciente. Aquella canción cambió por completo su vida y lo introdujo en el mundo de la gastronomía. Comenzó a sonar en programas de cocina y, a partir de ahí, empezaron a invitarlo a participar en ellos. Poco a poco se le fue vinculando con el ámbito gastronómico, hasta que terminó abriendo un restaurante, "La Bodeguita del Caco", que regentó durante trece años.
Sin embargo, la canción también tuvo su lado oscuro. Llegó un momento en el que prácticamente le arrebató su nombre: la gente lo reconocía por la calle y lo llamaba "Mojo Picón", despidiéndose de él con ese apelativo.
Por otro lado, en varias ocasiones intentó eliminar la canción de su repertorio, pero el público no se lo permitió. Aunque se resistía a interpretarla, la insistencia de la gente lo obligaba finalmente a hacerlo. Está convencido de que tendrá que cantarla hasta el final de sus días, pues, según afirma, no logra desprenderse de ella ni con agua caliente.