CARÊME, CHEF DE REYES.

"Cuando ya no haya buena cocina en el mundo, no tendremos literatura, ni inteligencia elevada y aguda, ni reuniones amistosas, ni armonía social". (Antoine Carême).

La serie televisiva "Carême, chef de reyes" no es únicamente una recreación biográfica del célebre Marie-Antoine Carême (1784–1833), sino una reflexión dramatizada sobre el momento fundacional de la gastronomía moderna. A través de su figura, la serie explora cómo la cocina deja de ser un oficio invisible para convertirse en un lenguaje de poder, representación y prestigio cultural en la Europa postrevolucionaria. En ese tránsito, el cocinero pasa de servidor anónimo a autor, de artesano a intelectual, de trabajador doméstico a figura pública.

Carême encarna, quizá como ningún otro personaje histórico, el nacimiento del chef moderno: un profesional consciente de su técnica, de su valor simbólico y de su capacidad para influir en la política, la economía y la cultura a través de la mesa.


El contexto histórico en el que se sitúa la serie es crucial. La Francia de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX vive una transformación radical de sus estructuras sociales. La Revolución Francesa no solo derriba a la aristocracia, sino que libera a cientos de cocineros de palacio que, privados de sus antiguos patronos, abren restaurantes o entran al servicio de una nueva élite política y financiera.

Carême es hijo directo de este proceso. Formado en la tradición cortesana, pero activo en un mundo nuevo, representa la adaptación de la cocina aristocrática a un espacio público y burgués. La serie muestra con acierto cómo la alta cocina deja de ser exclusivamente un privilegio de sangre para convertirse en una herramienta de legitimación del poder, quien gobierna debe también saber comer y hacerlo con estilo.


La libertad guiando al pueblo. (Eugène Delacroix).

En este sentido, "Carême, chef de reyes" dialoga con un fenómeno paralelo que se dará también en España durante el siglo XIX, cuando la cocina francesa se convierte en modelo aspiracional para la nobleza liberal, la alta burguesía y, más tarde, para los grandes hoteles y restaurantes urbanos de Madrid, Barcelona o San Sebastián.

Uno de los aspectos más relevantes que subraya la serie es el papel de Carême como sistematizador del conocimiento culinario. No se trata solo de cocinar bien, sino de pensar la cocina, clasificarla, escribirla y dotarla de un lenguaje propio. Sus tratados como, "L’Art de la cuisine française" marcan el inicio de una cocina codificada, transmisible y jerarquizada.

Carême establece principios técnicos fundamentales: la organización de las salsas, la importancia del fondo, el equilibrio entre ligereza y estructura, la estética arquitectónica de los platos. Su obsesión por las "pièces montées", inspiradas en la arquitectura clásica, revela una concepción de la cocina como arte total, donde confluyen geometría, simbolismo y espectáculo.


La serie acierta al mostrar esta dimensión intelectual del oficio, anticipando una idea que hoy resulta evidente pero que en su época era revolucionaria, el cocinero no solo ejecuta, interpreta y crea. Esta noción tendrá una larga herencia en la gastronomía europea y llegará a España a través de la influencia francesa en cocineros de corte, recetarios decimonónicos y, más tarde, en la alta restauración del siglo XX.

El subtítulo implícito de la serie, "Chef de reyes" no es metafórico. Carême cocina para Talleyrand, para el zar Alejandro I, para embajadores y casas reales. En la serie, la cocina aparece como un espacio político donde se negocian alianzas, se exhibe poder y se construye imagen internacional.

Este uso diplomático de la gastronomía no es exclusivo de Francia. España, durante el siglo XIX, adoptará progresivamente esta lógica en banquetes oficiales, recepciones palaciegas y celebraciones institucionales, combinando tradición local con el protocolo culinario francés. El vino, por ejemplo, comienza a ocupar un lugar estratégico: jereces, malvasías o riojas conviven con burdeos y champanes como símbolos de apertura y modernidad.

La serie muestra cómo Carême comprende intuitivamente esta función: un menú no es solo una sucesión de platos, sino un relato político. La elección de ingredientes, el orden de servicio, la puesta en escena y el ritmo del banquete comunican tanto como un discurso.


Desde una perspectiva antropológica, "Carême, chef de reyes" también aborda el coste humano de esta nueva visibilidad del chef. La disciplina extrema, la presión constante, la dependencia del favor del poder y la fragilidad física del propio Carême revelan el reverso de la gloria culinaria.

La serie evita idealizar el oficio y muestra la cocina como espacio de jerarquía, conflicto y sacrificio corporal. Este enfoque conecta con debates contemporáneos sobre las condiciones laborales en la alta restauración y permite leer a Carême como precursor de una tensión aún vigente, la cocina como lugar de creación, pero también de desgaste.

Aunque ambientada en el siglo XIX, la serie dialoga claramente con el presente. La figura del chef mediático, autoral y global tiene en Carême un antecedente directo. Su obsesión por la técnica, la estética y la transmisión del conocimiento resuena en la gastronomía contemporánea, incluida la española, donde la reflexión sobre tradición, territorio y modernidad ha sido central desde finales del siglo XX.

Asimismo, la serie invita a reconsiderar el relato habitual que sitúa el nacimiento de la modernidad culinaria únicamente en Escoffier. Carême aparece aquí como eslabón fundamental entre la cocina cortesana del Antiguo Régimen y la restauración moderna, entre el anonimato del oficio y la celebridad del chef.


"Carême, chef de reyes" es, en última instancia, una serie sobre la cocina como hecho cultural total. A través de la vida de un cocinero, se narran transformaciones profundas: el paso de la tradición a la codificación, del servicio al autor, de la mesa privada al escenario público.

Para un espectador interesado en la gastronomía desde una perspectiva histórica y cultural, la serie ofrece una lectura rica y sugerente: nos recuerda que cocinar nunca ha sido un acto neutro. En cada plato se inscriben relaciones de poder, identidades sociales y visiones del mundo. Y que, desde Carême hasta hoy, la cocina sigue siendo una de las formas más complejas —y elocuentes— de narrar quiénes somos.


Carême, chef de reyes.