LA FIESTA DE LA VENDIMIA

LA VENDIMIA

Tantas veces busqué tu rojo beso
en tu septiembre fértil de cosecha...
Detrás de cada pámpano la brecha,
la herida derramada en el exceso.
El mosto por mi sangre en el proceso,
tus arterias teñidas de sospecha
por esas manos mías, donde acecha
el amoroso tajo en el suceso.
Cálido y denso el néctar que me embriaga
Y me une a la tierra en sus raíces
en una trasgresión de los sentidos.
En tu verdad mi sueño se propaga
enfundado en fantásticos matices
dejándome su huella y sus latidos.

(Vicente Mayoralas)



Vendimia en la Ribera del Duero. (José Vela Zanetti). 

El vino más que una bebida es un vínculo con la tierra, con su eternidad y sus elementos, es una puerta a un universo de aromas y sabores personales e intangibles. El vino más que un estímulo para el cuerpo es un ánimo para el alma. Durante estas fechas y a lo largo de toda la geografía española tienen lugar numerosas fiestas cuyo eje principal es la vendimia. Cada pueblo las lleva a cabo con un estilo propio. En determinados casos son fiestas sencillas, en las que los lugareños agradecen las uvas recogidas, bendicen los frutos y beben por el nuevo ciclo que renace. En otros, no obstante, llegan a ser el acontecimiento más importante del año. Son el culmen del período de más trabajo y mayores ganancias para una comarca vitivinícola, la recolección de las uvas. Y es que desde que la viña despierta de su letargo invernal cuando llega la primavera, hasta que los racimos de uvas están maduros para ser recogidos, de día o de noche, todo puede ocurrir, tormentas, heladas, pedrisco, plagas. Épocas de poco o mucho sol. Todas estas circunstancias que amenazan a las viñas en el transcurso del año, son motivo de preocupación y cuidado por parte de los viticultores. Este gran cuidado se convierte en trabajo. Por eso cuando una cosecha llega a buen fin, el colofón es la fiesta.

Si los vinos notables deben ser un reflejo de la región de donde vienen y si un vino es con frecuencia un claro embajador del terruño que lo produce, pues entonces las fiestas de la vendimia permiten vislumbrar la idiosincrasia de la región, tanto en lo humano como en lo enológico. Nacieron como símbolo de la alegría por el final de la cosecha. Y aunque el turismo las está globalizando, lo cierto es que estas celebraciones se remontan a los tiempos en que el vino era el puente entre dioses y hombres. El origen de las fiestas de la vendimia está definido por la relación entre el ser humano y los dioses del mundo antiguo, o lo que es lo mismo, las fuerzas de la naturaleza. El acuerdo entre los dioses, así como su magnificencia, originaba el logro de alimento para el cuerpo y también para el espíritu. De ahí el carácter religioso, en el sentido más amplio de la expresión, de estas fiestas. Las investigaciones históricas más antiguas de la celebración de estas fiestas datan del 1000 a.C. en el Mediterráneo Oriental, concretamente en la región fenicia y el antiguo Israel. Todo apunta que en Canaán, Judea, al oriente del actual Líbano se conservan hasta hoy los usos festivos de las vendimias más remotas. Otras celebraciones consagradas al vino que se han conocido, son del mundo antiguo grecorromano. Hacia el año 900 a.C., en los tiempos de la Grecia clásica, los viticultores helenos de renombre, invitaban a los pueblos próximos cada año en la fiesta de la vendimia, asunto que les producía poder y prestigio en la región. Probablemente con prácticas importadas de Egipto, los griegos también fueron culpables de difundir la viticultura por todo el Mediterráneo, llevando con ello a sus colonias de la Península itálica, Francia e Hispania, sus hábitos agrícolas, entre ellos el ritual de las fiestas de la vendimia. Esta fiesta griega se caracterizaba por reunir a ricos y pobres en un holgorio que duraba días, toda tarea política o militar quedaba cancelada y se exaltaba la inmensa tradición agrícola que vinculaba al pueblo con sus raíces. Del mismo modo, se agradecía la nueva cosecha, que restablecía el ciclo fantástico de unión entre lo terrenal y lo sagrado, entre lo inmortal y lo transitorio, ya que el vino no era sino el nexo de unión entre los hombres y los dioses. Sin embargo, el concepto de las fiestas de la vendimia que tenemos hoy nos ha sido transmitido por la Francia Republicana, la cual encumbraba las actividades de los hombres, revalorizaba las costumbres agrarias e inspiraba la emancipación campesina fuera del lamentable lastre que representaba la iglesia medieval.


El fenómeno del turismo a pequeña, mediana y gran escala ha tenido sus consecuencias en la ceremonia de las fiestas. Lo innegable es que realmente todas las regiones vinícolas del mundo se han abierto al turismo, como una forma de fomentar sus propias economías y de promocionar el vino que elaboran. A las tradiciones antiguas se incorporan nuevos conceptos de servicios que indagan en complacer las demandas de los turistas y hacer más atractiva su estancia durante estas fechas. Se considera que actualmente el pisado de las uvas, la consagración de los frutos y la investidura de las reinas bodegueras son insuficientes. Hay que añadirle visitas a los viñedos en plena cosecha, certámenes gastronómicos, concursos de vinos, conciertos musicales, teatro, danza, exposiciones artísticas y todo aquello que nos vincule culturalmente al vino y la viña.


Vendimia. (Juan Luis López Garcia)

Aunque es un hecho que la globalización está ejerciendo su efecto en las fiestas de la vendimia, vale la pena resaltar que esta invita a acciones innatas en la vida de todos los seres humanos, como son dar gracias por un ciclo que finaliza y brindar por el que viene. En esta época de celeridad y apariencias, resulta adecuado no olvidar nuestra unión con la tierra. Más conveniente aún es exaltarla.



Proceso de vendimia en los viñedos de Fernado Remirez de Ganuza

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